Tener una propiedad privada, es un derecho que todos tenemos, al igual que tener un trabajo, una educación, libertad de expresión, libertad física y otros derechos que están asentados en la Carta de Derechos Humanos garantizados por la constitución política de nuestro país. En México, el derecho a la propiedad es un acto que se ha ejercido desde épocas prehispánicas. Para asombro de los españoles, nuestros antepasados tenían muy claro el sentido y la importancia de la propiedad. Ellos sabían que la forma para obtener un bien era mediante la concesión real ya fuera por contrato o por herencia.
Tristemente, los esclavos eran los únicos que no podía tener una propiedad y aunque sus condiciones de vida eran tolerantes pues vivían el las tierras de sus amos labrándolas para ellos y para si, prestaban servicios personales en la casa, podían casarse y a su vez comprar esclavos que les sirvieran a ellos, no tenían derecho a tener una propiedad, antes bien, ellos eran considerados bienes muebles sobre los que se tenía el derecho de propiedad.
En nuestros días, tener un bien inmueble a demás de ser un derecho, es un ingrediente fundamental de estabilidad y de crecimiento económico, no solo de forma individual sino también como sociedad. La propiedad implica lo que los juristas llaman el «Derecho a usar, a disfrutar y a consumir de un bien». Ahora bien, ese derecho debe estar respaldado por garantías y como decimos los mexicanos «papelito habla». Imaginen por un momento que cualquiera pudiera despojarnos de lo que es nuestro, una sociedad en la cual nadie sabe lo que es de cada quien, en esas condiciones se dificultaría el comercio, el ahorro, la inversión y por lo tanto el crecimiento.
Las escrituras, títulos y acciones son indispensables para que los inmuebles sean usados como instrumentos de ahorro, garantía e inversión y eso también lo sabían los pueblos prehispánicos. Para hacer constar la propiedad, pintaban planos que les servían de escrituras, en los cuales tomaban como referencia un cerro, rio u otra señal y se observaba que los terrenos se trazaban en cuadriláteros iguales, señalando a los propietarios con sus signos jeroglíficos.
Tener una propiedad documentada representa un derecho y una oportunidad para cuidar e invertir en aquello que tenemos la certeza de que es nuestro, que será respetado y del que nadie podrá despojarnos. En nuestro país existen los llamados terrenos ejidales, que son porciones de tierra no cautivas y de uso público. Antes de la reforma al artículo 27 constitucional, las tierras ejidales eran propiedad de la nación y los campesinos solo tenían derecho a trabajarlas. Con la reforma a la ley agraria, ahora los terrenos ejidales son susceptibles de ser vendidos y pasar a ser propiedad privada. Aún así, existen muchas casas que no pueden comprobar la propiedad por falta de documentos legales, hay familias que tienen casas, pero no títulos. El éxito de que muchos países progresen económicamente se debe a las garantías de propiedad. Sin garantías a la propiedad es difícil lograr el crecimiento económico.
Tener una propiedad es también tener la facultad para decidir el destino de un bien. Si se quiere incentivar el crecimiento de un país, no solo se debe garantizar el derecho a la propiedad, sino también documentarla.
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